Fayón, mi pueblo, está bajo las aguas del rio Ebro.
Yo no me acuerdo de nada porque era muy pequeña.
Yo no me acuerdo de nada porque era muy pequeña.
Entre el 18 y el 22 de noviembre de 1967, todo el caserío y las calles de Fayón quedaron sepultados bajo las aguas del pantano de Ribarroja, salvándose tan sólo del “naufragio” –como hoy se puede evidenciar con todo su patetismo- la parte superior de la torre de la iglesia parroquial.
El censo fayonense se acercaba entonces a los 2.000 vecinos.
Mi familia fue a Fayón por razón de trabajo.
Mis hermanos mayores hicieron la Primera Comunión en la Iglesia de San Juan Evangelista.
A mi hermano y a mi mos bautizon a los 11 dias de nacer en esta Iglesia.
Con la construcción de los pantanos de Ribarroja y Mequinenza, los vecinos tuvieron que emprender el éxodo doloroso, porque la inundación se produjo de improviso, cuando todavía estaban negociando los convenios de expropiación con la empresa E.n.h.e.r., sin haber llegado a un acuerdo respecto a las indemnizaciones ofrecidas. La citada empresa construyó otro pueblo nuevo en lo alto de un monte, al que dotó de todo lo necesario; pero la división entre los fayonenses continuó y muchos de ellos no aceptaron las condiciones de vida que les ofrecían en el nuevo Fayón, situado entre Mequinenza y Fabara.
Hoy son alrededor de 400 los vecinos que viven y trabajan de forma estable y aun con notable esfuerzo en nuestra localidad. Porque, por encima de todo y pese a todo, Fayón y los fayonenses creen firmemente en la necesidad y en las posibilidades de crear los fundamentos de esperanza en su propio futuro.
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